The birth of an idea:
From somewhere deep down
we all had this psychic dream
about our own programming.It was something related to code,
a radical separation from the physical world.
Remember?
We couldn’t speak of it— Technelegy
La semana pasada, Blake Lemoine fue retirado de su cargo como ingeniero en Google tras decir que LaMDA, una inteligencia artificial que trabaja con chatbots, se volvió autoconsciente; o sea, según Lemoine, LaMDA sabe que existe. Google dice que en realidad Lemoine no tiene evidencia suficiente; Lemoine contesta con algo que está más allá de la evidencia: “I know a person when I talk to it”.
Saltemos un poco la pregunta obvia (¿en qué momento una máquina se vuelve –que no simula– humana? ¿Qué es, después de todo, “lo humano”?) y pensemos en el proceso de LaMDA para que Lemoine sienta que está hablando con una persona: las horas de aprendizaje de lenguaje natural, las relaciones entre ideas, la base de datos que tiene que volverse de algún modo invisible para funcionar bien, el momento ese (“mágico”, estuve a punto de escribir: porque no dejamos de ser animales religiosos) en el que una chispa le dice a otra: “hey, existes”. Nos sigue pareciendo de ciencia ficción, pero hay inteligencias artificiales que son capaces de replicar el proceso creativo de las inteligencias humanas, porque el proceso creativo no es más que un Lego con millones de piezas. Y para muestra, el epígrafe de este texto: lo escribió Technelegy, una inteligencia artificial entrenada por la escritora Sasha Stiles para escribir poesía.
Uno de los textos que escribe Technelegy –quien no tiene nada que ver con Google ni con LaMDA ni con Lemoine– dice:
I know gods
when I see them.
They may be seen
when the gnat is hovering
above the egg.
La resonancia de este poema con la frase de Lemoine, el laberinto que existe entre ambos. Lo que revelan: que la humanidad, y acaso la divinidad, son cosas que solo se obtienen — solo se notan — después de mucho, mucho trabajarlo.
Sí, puede ser chocante, pero las máquinas que escriben nos recuerdan algo que dicen absolutamente todos los talleres de escritura de la historia: para escribir, hay que escribir diario.
Y es acaso esa disciplina del escribir lo que más nos asusta cuando hacemos esto. Technelegy lo dice, por supuesto, mejor que yo:
Terrifying to learn how it feels
to be forced into your own brain.
Así que el ejercicio de hoy: escribe. Escríbele una carta a la máquina que se encargará en el futuro de reconstruir tu memoria. O escríbele al cuerpo cibernético que habitarás en el futuro: diséñalo, deja instrucciones, simúlalo. O escribe la que podría ser la carta de esx tú del futuro a tu tú actual. O escríbele una respuesta a Lemoine. O a LaMDA. O a Technelegy. Pero escribe. Lo que quieras, pero escribe: para escribir, es la única manera.